Sábado ya. Segundo día en Estados Unidos, y adaptándome poco
a poco a lo que se viene encima. Ya tengo la cama montada (no os hacéis una
idea de lo útil que resulta el tacón de un zapato, por cierto), y la maleta
deshecha. He comprado lo que a priori era más urgente, y hasta he jugado al
tenis a 37 grados esta mañana. Justo ahora, mientras escribo, hay tormenta, y
la primera sensación tras llegar al campus de la universidad es la de que nada
ha cambiado desde noviembre, que salí de aquí por última vez. A priori, todo
sigue igual.
Pero empecemos por el principio, otra vez. Salí de Barajas con
destino a Nueva York con un retraso de aproximadamente 2 horas. Como las noches
anteriores no dormí mucho, lo cierto es que la mayor parte del vuelo la pasé
pegando cabezadas en el asiento A de la fila 38. Llegué al JFK, y una vez
pasados todos los trámites necesarios para entrar en el país, me dirigí a
depositar mi maleta al mostrador de Delta Airlines para continuar hacia mi
vuelo de conexión, con la mala (o finalmente buena) suerte de que debido al
retraso del vuelo anterior, perdí este. Así pues, me reubicaron en el siguiente
vuelo a Atlanta, que salía 2 horas más tarde.
Tras dar unas vueltas por el JFK buscando wifi, encontré un
lugar en el que conectarme, esencialmente para decirle a mi madre que no sólo
estaba vivo, sino que además estaba bien y contento. Un poco más tarde, al
llegar a la puerta de embarque llegó mi sorpresa: me habían reubicado en
primera clase. Así pues, volé desde Nueva York hasta Atlanta bañándome en todos
los gintónics que fui capaz de beberme antes de caer súbitamente derrotado por
el sueño. Llegué a Atlanta a tiempo para coger mi tercer vuelo de conexión, el
que me llevaría a Birmingham, que por cierto volvió a salir con retraso. Y lo
cierto es que lo único que recuerdo es embarcar y desembarcar, porque caí
rendido otra vez y no me enteré ni del despegue ni del aterrizaje.
Una vez en Birmingham fui directo al hotel donde pasaría la
primera noche, y tras llegar a la habitación comenzó mi primer reto del viaje:
llamar a recepción por teléfono y pedirle la clave del wifi a la recepcionista
para contarle al mundo que, no sólo había llegado, sino que lo había hecho
bien.
A la mañana siguiente, y tras dormir en una cama en la que
bien se podría haber jugado la final de la Champions League del año pasado,
emprendí mi ruta hasta Tuscaloosa de la mano de mi maestro y mentor (al que
nunca estaré lo suficientemente agradecido por todo lo que hace por mí, por
cierto), quien me llevó a recoger las llaves de mi nueva casa y a hacer las
compras pertinentes a Walmart.
Después de todo ello me puse manos a la obra, en plan Tim “herramientas”
Taylor, dejé mi cama montada a base de zapatazos, y coloqué una a una cada
camisa en el armario ordenándolas por tipo de puño en primer lugar, y por tipo
de estampado en segundo. Tras toda esta parafernalia estuve haciendo verdaderos
esfuerzos por adaptarme al horario norteamericano y no me dormí la siesta en
ningún momento… hasta que a las 7:30 de la tarde me quedé dormido hasta hoy.
Y a grandes rasgos, así fue como transcurrieron mi viaje, y
mi primer día en Alabama. Veremos a ver a partir de ahora qué me depara mi
estancia por aquí…
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