Tras 9 días aquí, la única
conclusión que he llegado acerca de este país es ninguna, excepto que el tiempo
pasa muy rápido. Todavía me parece que fue ayer cuando estaba decidiendo qué
metía y qué no dentro de la maleta, o despidiéndome de toda la gente a la que
todavía no me ha dado tiempo a echar mucho de menos.
Parece por tanto, que después de
9 días aquí he terminado de adaptarme al horario americano. Eso sí, la falta de
actividad ha hecho que el jet lag se prolongara más de lo deseado y he estado
cerca de una semana sin ser capaz de despertarme más allá de las cinco –en el
mejor caso- de la mañana.
De momento mi actividad ha sido
prácticamente nula. Más allá de montar mi habitación, hacer las compras
pertinentes, y jugar al tenis a horas que ni yo mismo habría imaginado que se
podía jugar (las 7 de la mañana, sin ir más lejos), lo cierto es que he
asistido a unas cuántas orientaciones, he hecho algún que otro examen, y me he
bebido alguna que otra cerveza.
Sin embargo, el proceso de
aprendizaje ahora toma otros derroteros. Poco a poco me voy adaptando a la
comida, aunque reconozco que de momento está siendo la parte más difícil por el
hecho de que no conozco prácticamente nada de lo que venden en el supermercado.
Por otra parte, el shock cultural no está siendo demasiado grande en la medida
en que después de cuatro años trabajando para la universidad, he tenido tiempo
de identificar algunas de las señas de identidad americanas.
La próxima semana empezaré las
clases (el miércoles), y al mismo tiempo comenzaré mi curso de metodología de
la enseñanza, que será el que me permita ser profesor de español a partir del
próximo semestre de otoño. Supongo que el hecho de entrar en esa rutina me hará
cambiar aún más mis hábitos, y me tocará readaptarme por segunda vez a esto,
puesto que hasta ahora mi vida aquí ha consistido en instalarme.
Por lo demás, poca cosa. A partir
de ahora empieza la verdadera experiencia americana. El miércoles comienzan las
clases de toda la universidad, y el campus se llenará de estudiantes. Desde ese
momento, supongo y espero, empezaré a vivir con más intensidad el sueño
americano.
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