No suelo escribir entre semana,
primero porque generalmente no tengo tiempo, y segundo porque no me suele
apetecer. Pero, qué demonios, la inspiración es propensa a aparecer en el
momento más insospechado, y a veces hasta se disfraza de alegría, como hoy.
Es miércoles. He salido de casa a
las siete y media de la mañana, y he regresado a las siete y media de la tarde,
lo cual, por otra parte, habría sido muy normal en aquella época en la que me
ponía una corbata antes de desayunar y me la quitaba justo antes de cenar,
prácticamente sin haber visto el sol. Época que, por cierto, afortunadamente ya
pasó.
El de hoy, sin embargo, no ha
sido una excepción. De ahora en adelante, y mientras dure este semestre, todos
mis miércoles serán así: clase de fonética a las ocho. Descanso de nueve a
diez. Clase de español de diez a once. Descanso de once a doce. Tutorías con
alumnos de doce a dos. Descanso de dos a dos y media. Clase de memoria histórica
de dos y media a cinco. Y prácticamente sin descanso, clase de metodología de
la enseñanza de cinco a siete y media.
La realidad es que esta última
semana, desde el jueves pasado aproximadamente, he tenido que leer cerca de 400
páginas entre libros, artículos, y capítulos de libros de texto. Además, he
tenido que escribir un ensayo corto, y varias reflexiones sobre diferentes
temas. No es exactamente lo que esperaba, la verdad, no voy a mentir a nadie. Sin
embargo, debo decir que me gusta.
Me gusta forzarme a mí mismo para
ver hasta dónde soy capaz de llegar, y a veces me sorprendo haciendo cosas de
las que no me creía francamente capaz. Me gusta estar preparándome para ser un
profesor de español, aunque no tenga muy claro si voy a llegar a serlo. Me
gusta no tener claro el destino de este viaje todavía. Vivir esta experiencia sin
expectativas.
Pero sobre todo, me gusta que, al
llegar a casa después de un día como éste, que apenas he tenido tiempo para
respirar, todavía me queden ganas de encender el ordenador y ponerme a teclear porque
necesite contarle al mundo que, 20 días después de haber emprendido la aventura
de mi vida, no sólo no me he arrepentido todavía, sino que además estoy aún más
contento que cuando llegué. Que ya es decir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario