Tercer domingo en Alabama. Ya es
hora de sacar punta imaginaria al lápiz y seguir contando cómo va la aventura
americana, que bien es cierto que de una semana hasta aquí, se ha vuelto más
aventura que nunca. Empecemos por el final de la semana anterior, y el principio
de esta, que es más o menos donde dejé la historia la última vez.
El domingo, por fin, estuve
cenando con algunos de los amigos que este verano hice en España. Fuimos a un
sitio que se llama Taco Mama en el que sirven… ¡comida mexicana! Fue la primera
vez que salía de casa a hacer algo que no fuese jugar al tenis, ir a la compra,
o salir a correr por el campus. Fue el primer día que fui realmente consciente
de haber superado el jet lag, que por desgracia me duró más de lo deseado.
El lunes a las 8 de la mañana
tuve mi primera orientación del departamento de español de la Universidad, del
cual formo parte como GTA, que para los que no sepáis lo que es, es algo así
como un alumno de máster o doctorado, en literatura o en lingüística, que al
mismo tiempo tiene la posibilidad de ser profesor de español en los niveles más
básicos, esto es 100 y 200. Me gustaría hacer hincapié en lo poco español que
resulta tener una reunión un lunes a las 8 de la mañana, pero bueno. Allí me
dirigí, donde estuve hasta las doce para después dirigirme al legal training de
la universidad, que duró sus tres horitas y media en un aula de esas grandes
que salen en las películas.
Después de todo ello regresé a mi
casa, en la cual ya están mis tres compañeros, y me fui al gimnasio de la
universidad a hacer deporte un rato. El gimnasio de la universidad, para que os
hagáis una idea, tiene una pista de tartán dentro, además de 8 pistas de
baloncesto, una piscina climatizada, una sala de máquinas y otra de
musculación, 12 pistas de tenis, y un rocódromo. Y probablemente me dejo algo.
Vamos, que aquí el que no hace deporte es porque no quiere. Más tarde me fui a
tomar unas cervezas, y después de éstas me fui a tomar otras con mis amigos de
aquí… ¡y una de sus madres!
El martes fue más de lo mismo,
orientaciones del departamento, deporte después, y luego cena en Guthrie’s, que
es un sitio donde hacen el mejor pollo frito que he comido jamás, y al que no
voy muy a menudo por el amor que profeso a mis arterias. Después de la cena, la
primera en la frente, tuve que leer un artículo que se me hizo eterno sobre la
memoria histórica para mi clase del día siguiente: mi primera clase como alumno
de máster en la universidad de Alabama.
El miércoles empecé a las 8 de la
mañana perdiéndome para llegar a mi clase de “oral skills”, que es un curso en
el que me ha metido la universidad para que mejore mi pronunciación en inglés,
puesto que por lo que parece debo haberlo aprendido en Matalascañas. Tras ello,
tuve que ir clase por clase leyendo un guión que me habían dado en el
departamento, preguntando a los alumnos si habían estudiado español o no
previamente. No sabéis lo difícil que me resultó pronunciar “relatively
recently”, hasta el punto de que en casi ninguna de las clases que fui me
entendieron al pronunciar dicha expresión.
Tras ello, a las 2 y media tuve
mi primera clase, y a las 5 la segunda. De ellas me llamaron la atención dos
cosas concretas: la primera es lo bien organizadas que están en el sentido de
que ya sé de antemano qué texto, qué actividad y qué todo voy a tener que
llevar preparado a dichas clases. La segunda cosa que despertó mi interés es la
cantidad de bibliografía que voy a tener que leer este semestre entre
artículos, libros, palimpsextos, prospectos de champús para alopécicos y
resúmenes nutricionales de cajas de cookies de chocolate con mantequilla de
cacahuete.
Esa misma noche fui invitado a
una Bid Day party de Pi Phi, que es la sorority de la que forman parte dos de
mis grandes colegas alabameñas, y allí que fui a empaparme de cerveza y a
comprobar la cantidad de rubias por metro cuadrado que se pueden meter en un
local en este país. Lo cierto es que me lo pasé como un enano.
Al día siguiente, jueves, como no
tenía clase por la mañana me permití el lujo de remolonear en la cama hasta las
tantas, y finalmente me fui a clase a las tres y media, donde una vez más volví
a comprobar que para salir con vida este semestre voy a tener que leer más
cosas de las que hasta hora se han escrito. Por la noche, por cierto, estuve
jugando al trivial en un bar de aquí con mis compañeros de casa y algunos de
sus amigos, y ganamos (ganaron ellos, la verdad), un cheque de 50 dólares para bebérselo
en ese mismo bar.
El viernes volví a tener clase de
“oral skills”, y tras ello me dirigí a la clase en la que estaré “team teaching”
este semestre. A ella estaré acudiendo todos los lunes, miércoles y viernes de
10 a 10:50, y en ella empezaré de forma gradual a enseñar español, en función
de cómo me vaya adaptando a mi nuevo rol. Lo cierto es que esta es la parte que
más me gusta de todo esto: la de enseñar. Creo que va a ser divertido, pero
hasta el semestre de otoño de 2015 no podré estar enseñando yo solo en una
clase, puesto que necesito cubrir una serie de requisitos que aún no tengo.
Por lo demás, el resto de la
semana ha transcurrido sin pena ni gloria. En la parte positiva recalcaría que
ya tengo número de la seguridad social, y que he decidido cambiar mis hábitos
alimenticios (que no eran malos, pero sí extraños). Poco a poco me voy
acostumbrando a este horario (aquí la vida comienza a las 7 de la mañana y a
partir de las 6 de la tarde se considera noche), y la próxima semana ya
comienza la temporada de fútbol americano por lo que esto se convertirá en la
locura total. En la parte negativa, por llamarla de alguna forma, destacar que
la universidad aún no me ha dado la carta que necesito para abrir una cuenta
bancaria en Alabama Credit Union, y que todavía no he podido comprarme un
teléfono americano.
Y esto es todo, creo. La próxima
semana más (o no), y mejor (seguro).